No entendía nada. Multitud de camiones
llenos de militares, llegaron al barrio a las once de la mañana de
aquel oscuro miércoles. Con unos megáfonos nos informaron de que
teníamos treinta minutos para abandonar nuestras casas. Fueron
entrando en los edificios y en nuestros domicilios. No nos estaba
permitido llevar nada que no fuera nuestra propia ropa. Un hombre de
aspecto grotesco, nos dijo que no podíamos llevarnos a nuestras
mascotas. Yo lloré y grité todo lo que pude, mientras mi padre me
arrastraba al descansillo y escaleras abajo, pero había podido ver
perfectamente como encerraban a mi perro Kevin en mi habitación, mientras él
aullaba fuertemente. Es un sonido que no me he podido quitar de la
cabeza. Creía que aquello era una pesadilla, cerraba los ojos con
fuerza, con la esperanza de que al abrirlos me despertara, pero al
abrirlos, era terriblemente consciente de que aquello era muy real…
No hay comentarios:
Publicar un comentario